Un día de programador comienza la jornada sentándote en tu sitio y encendiendo el ordenador. Se iluminan las dos pantallas, la luz que emiten te alumbra en la cara como si te fueras a dar rayos uva, te pones los cascos y una música que te permita concentrarte.
La rutina diaria
Primera tarea, entrar en Outlook. Revisas los correos que tienes pendientes de días anteriores y los nuevos que entran. Cliente número uno necesito esto, cliente número dos necesito esto otro y así n veces (depende del día). No hay ninguno urgente por lo que continúas con el desarrollo con el que estabas el día anterior.
Conectas la VPN y accedes al cliente. Lees el código introducido el día anterior y el objetivo que pretendías. Empiezas a escribir código. Creas una variable que necesitas, “if por aquí y por allá”, muchos “Begin end”, ahora hace falta un repeat y no olvides de poner el punto y coma.
De repente te paras, necesitas un dato… ¿De dónde lo cojo?, sé que está en esta tabla, pero ¿Cómo llego a ella? “Quizás si cojo este dato o voy por aquí…”. Toca indagar… este campo se vincula con esta tabla y podría llegar a esta y después a esta… este es el camino. Escribes el código necesario para llegar a ese dato que tanto necesitas para tu desarrollo.
Entonces un ruido ya conocido hace que fijes tu mirada a la parte inferior izquierda de la primera pantalla. Entra un correo. Un cliente tiene una incidencia grave, tiene un camión que no puede salir porque no puede registrar un albarán en el programa. ¿Qué habrá ocurrido?
Te pones a pensar en los desarrollos que se han hecho para ese cliente, a priori ninguno debería afectar a ese proceso, pero revisas y vuelves a revisar y vuelta a ello. Analizas el caso y llegas a una solución, pero ¿Cómo habrá llegado a esa situación? Toca llamar. Te lo intentan explicar, no saben cómo ni por qué, tranquilizas al cliente, “No te preocupes ya analizaremos la causa vamos a resolver primero el problema”. Modificas los parámetros y puede registrar el albarán. Tomas nota de la incidencia para revisar la causa en cuanto puedas.
Los “problemas” de un programador
¿Dónde estaba? Ah sí, en el desarrollo, vuelves a la otra pantalla con esa línea que habías dejado a mitad bien marcada con error debido a que se ha quedado incompleta.
Continuas y a las horas suena otro ruido bien conocido y tu vista vuelve al mismo lugar que con el ruido anterior, es el teams, un compañero necesita ayuda para dar una valoración.
¿Me puedes llamar? Si, claro. Suena la llamada te pones y analizas el caso. Pues yo daría esta valoración, pero siempre respetando lo que tu consideres. Te dan las gracias y acabas la llamada.
Vuelves a tu desarrollo, vuelves a poner la música que tras la llamada con el cliente había dejado de sonar y sigues avanzando. De repente necesitas una función y no te acuerdas como era, pruebas una opción, “No, esta no era”, pruebas otra, “Qué rabia”, sé que existe y utilicé en otro proyecto, pero hace tanto que no te viene a la cabeza, te vas a la otra pantalla y te pones a buscar en desarrollos hechos con anterioridad “Nada que no hay manera”.
Toca abrir el teams y escribir. “Buenos días, ¿Tienes un momento? Serán 5 minutos” suele decirse. De la misma manera te responden un “Si claro. Llámame”. Empiezan a sonar los tonos. “¡Buenas!, a ver cuéntame”. Cuentas lo que necesitas y te pones a verlo con el compañero. Lo que iban a ser cinco minutos acaba siendo hora y media hasta que se da con lo que se quiere lograr. Antes de colgar preguntas “¿Tu con qué estás? ¿Necesitas algo”, tras una pequeña explicación para estar al tanto finalizas la llamada.
“Menos mal” piensas ya no me acordaba de lo que había que hacer para aplicar esa funcionalidad, gracias a su ayuda he ahorrado mucho tiempo.
Por fin, finalizas el código, se acaba casi la jornada, pero el trabajo no está finalizado, tocan pruebas.
Pruebas el caso más sencillo. Funciona. Lo complicas un poco más. Funciona. Sigues así probando todo lo que se te ocurre que el usuario pudiera hacer para tenerlo contemplado en tu desarrollo. Nada, todo correcto.
Todo problema tiene una solución
De repente algo falla, se pierde la conexión de VPN. ¿Y ahora qué? No puedes continuar. “Lo que me faltaba” No es tu área, pero ya ha pasado otras veces. Miras los parámetros habituales y pruebas las soluciones mas genéricas. “Nada que no quiere funcionar”.
De nuevo al teams y escribes a tu compañera responsable de sistemas solicitando que te llame. Al momento te está llamando… “¿Qué has tocado?” Te pregunta con tono gracioso sabiendo que tu posible torpeza le esta generando un trabajo inesperado a estas horas ya del día, probablemente tras atender diversas incidencias. “Nada, no he tocado nada”. “Déjame que lo miro” te dice con voz rápida. Y rápidamente con la habilidad que la experiencia le ha dado resuelve el problema, permitiéndote volver a continuar con lo que estabas haciendo.
Por fin, empiezas a escribir el correo con las indicaciones para que el cliente pueda hacer sus pruebas. De repente vienen a tu cabeza las palabras que no deseas escuchar pero que igualmente te vienen “¿Ysí…?”.
Ya has caído, una casuística que no habías contemplado ni en los días previos ni en este. ¿Es factible que ocurra? Hay que desarrollar y probarlo.
Añades unas cuantas líneas de código y listo para probar, pero. ERROR. No funciona. Vuelves al código. Ahora no da error, pero no hace lo que tú quieres que haga. Pruebas otra cosa. Nada.
Enciendes el debugger, vas línea por línea. Esto está bien, hasta aquí bien. De repente ves el problema, “Aquí no me está cogiendo bien este dato”. Cambias código y vuelves de nuevo a probar.
Volvemos al Teams a escribir a otro compañero. “Serán 5 minutos” Esta vez sí lo son y menos. Nada más explicarle todo tu planteamiento, opciones que has contemplado, lo que quieres que haga y lo que has analizado de datos. Simple y de manera directa te indica “Te falta esto…” No das crédito, se nota que es final del día y que tantas líneas de código no te permitían ver lo más evidente. Solo te sale decir un gracias y disculpa por no haber caído en la cuenta de ese detalle. De cualquier manera, ha funcionado.
Y cuando vas a levantarte, satisfecho de haber acabado un desarrollo en el que llevabas días, te vuelve a la mente. “¿Y sí…?”
Así podría definirse el día de un programador, siempre hay variaciones, claro está.
Lo que de verdad importa
Lo único que no varía son los compañeros que siempre están. Cada uno con sus problemas y soluciones.
¿Cuántas, y cuántas veces tenemos que plantear y replantear un proceso? o incluso una vez ya escrito el código, no hacemos más que realizar pruebas y pruebas sin entender por qué con un código que debería estar funcionando, no hace lo que necesitamos.
“Susurros de modify se oyen por la lejanía traídos por el cierzo…”
Ahí es cuando aparece una mano amiga, un compañero sea cual sea, siempre incansable, el cual, tras darle una larga y extenuante explicación de la problemática, da con la clave del problema y muchas veces fácil de ver por alguien al que “el código no le deja ver el bosque” te dice: “¿Te has acordado de poner…?”
Entonces por norma general se dice “gracias” y continúas.
De ahí la propuesta, que ya se viene implantando en All Cloud desde hace años, que se debería implantar a todos los niveles organizativos y empresariales de todas las empresas:
“La gratitud líquida intercompany en el entorno laboral”
Consistente en un sistema de gratitudes líquidas, las cuales se irán incrementando cada vez que un compañero ayude a otro. Habrá determinados momentos en los que un compañero podrá liquidar las gratitudes contraídas con otro compañero.
Normalmente será recomendable liquidar las gratitudes en grupo, en un entorno relajado y agradable para que la gratitud sea mejor bienvenida. Y en cuanto al momento… cualquier día es bueno para dar las gracias.
Seguro que este sistema ayudaría al mejor rendimiento en muchas empresas.
Un día de programador no podría ser un buen día sin que des o te den las gracias y si son gracias liquidas, disfrutándolas todos juntos, mejor.
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Un día de programador y la gratitud intercompany
Un día de programador comienza la jornada sentándote en tu sitio y encendiendo el ordenador. Se iluminan las dos pantallas, la luz que emiten te alumbra en la cara como si te fueras a dar rayos uva, te pones los cascos y una música que te permita concentrarte.
La rutina diaria
Primera tarea, entrar en Outlook. Revisas los correos que tienes pendientes de días anteriores y los nuevos que entran. Cliente número uno necesito esto, cliente número dos necesito esto otro y así n veces (depende del día). No hay ninguno urgente por lo que continúas con el desarrollo con el que estabas el día anterior.
Conectas la VPN y accedes al cliente. Lees el código introducido el día anterior y el objetivo que pretendías. Empiezas a escribir código.
Creas una variable que necesitas, “if por aquí y por allá”, muchos “Begin end”, ahora hace falta un repeat y no olvides de poner el punto y coma.
De repente te paras, necesitas un dato… ¿De dónde lo cojo?, sé que está en esta tabla, pero ¿Cómo llego a ella? “Quizás si cojo este dato o voy por aquí…”. Toca indagar… este campo se vincula con esta tabla y podría llegar a esta y después a esta… este es el camino. Escribes el código necesario para llegar a ese dato que tanto necesitas para tu desarrollo.
Entonces un ruido ya conocido hace que fijes tu mirada a la parte inferior izquierda de la primera pantalla. Entra un correo. Un cliente tiene una incidencia grave, tiene un camión que no puede salir porque no puede registrar un albarán en el programa. ¿Qué habrá ocurrido?
Te pones a pensar en los desarrollos que se han hecho para ese cliente, a priori ninguno debería afectar a ese proceso, pero revisas y vuelves a revisar y vuelta a ello. Analizas el caso y llegas a una solución, pero ¿Cómo habrá llegado a esa situación? Toca llamar. Te lo intentan explicar, no saben cómo ni por qué, tranquilizas al cliente, “No te preocupes ya analizaremos la causa vamos a resolver primero el problema”. Modificas los parámetros y puede registrar el albarán. Tomas nota de la incidencia para revisar la causa en cuanto puedas.
Los “problemas” de un programador
¿Dónde estaba? Ah sí, en el desarrollo, vuelves a la otra pantalla con esa línea que habías dejado a mitad bien marcada con error debido a que se ha quedado incompleta.
Continuas y a las horas suena otro ruido bien conocido y tu vista vuelve al mismo lugar que con el ruido anterior, es el teams, un compañero necesita ayuda para dar una valoración.
¿Me puedes llamar? Si, claro. Suena la llamada te pones y analizas el caso. Pues yo daría esta valoración, pero siempre respetando lo que tu consideres. Te dan las gracias y acabas la llamada.
Vuelves a tu desarrollo, vuelves a poner la música que tras la llamada con el cliente había dejado de sonar y sigues avanzando. De repente necesitas una función y no te acuerdas como era, pruebas una opción, “No, esta no era”, pruebas otra, “Qué rabia”, sé que existe y utilicé en otro proyecto, pero hace tanto que no te viene a la cabeza, te vas a la otra pantalla y te pones a buscar en desarrollos hechos con anterioridad “Nada que no hay manera”.
Toca abrir el teams y escribir. “Buenos días, ¿Tienes un momento? Serán 5 minutos” suele decirse. De la misma manera te responden un “Si claro. Llámame”. Empiezan a sonar los tonos. “¡Buenas!, a ver cuéntame”. Cuentas lo que necesitas y te pones a verlo con el compañero. Lo que iban a ser cinco minutos acaba siendo hora y media hasta que se da con lo que se quiere lograr. Antes de colgar preguntas “¿Tu con qué estás? ¿Necesitas algo”, tras una pequeña explicación para estar al tanto finalizas la llamada.
“Menos mal” piensas ya no me acordaba de lo que había que hacer para aplicar esa funcionalidad, gracias a su ayuda he ahorrado mucho tiempo.
Por fin, finalizas el código, se acaba casi la jornada, pero el trabajo no está finalizado, tocan pruebas.
Pruebas el caso más sencillo. Funciona. Lo complicas un poco más. Funciona. Sigues así probando todo lo que se te ocurre que el usuario pudiera hacer para tenerlo contemplado en tu desarrollo. Nada, todo correcto.
Todo problema tiene una solución
De repente algo falla, se pierde la conexión de VPN. ¿Y ahora qué? No puedes continuar.
“Lo que me faltaba” No es tu área, pero ya ha pasado otras veces. Miras los parámetros habituales y pruebas las soluciones mas genéricas. “Nada que no quiere funcionar”.
De nuevo al teams y escribes a tu compañera responsable de sistemas solicitando que te llame.
Al momento te está llamando… “¿Qué has tocado?” Te pregunta con tono gracioso sabiendo que tu posible torpeza le esta generando un trabajo inesperado a estas horas ya del día, probablemente tras atender diversas incidencias. “Nada, no he tocado nada”. “Déjame que lo miro” te dice con voz rápida. Y rápidamente con la habilidad que la experiencia le ha dado resuelve el problema, permitiéndote volver a continuar con lo que estabas haciendo.
Por fin, empiezas a escribir el correo con las indicaciones para que el cliente pueda hacer sus pruebas. De repente vienen a tu cabeza las palabras que no deseas escuchar pero que igualmente te vienen “¿Y sí…?”.
Ya has caído, una casuística que no habías contemplado ni en los días previos ni en este. ¿Es factible que ocurra? Hay que desarrollar y probarlo.
Añades unas cuantas líneas de código y listo para probar, pero. ERROR. No funciona. Vuelves al código. Ahora no da error, pero no hace lo que tú quieres que haga. Pruebas otra cosa. Nada.
Enciendes el debugger, vas línea por línea. Esto está bien, hasta aquí bien. De repente ves el problema, “Aquí no me está cogiendo bien este dato”. Cambias código y vuelves de nuevo a probar.
Volvemos al Teams a escribir a otro compañero. “Serán 5 minutos” Esta vez sí lo son y menos. Nada más explicarle todo tu planteamiento, opciones que has contemplado, lo que quieres que haga y lo que has analizado de datos. Simple y de manera directa te indica “Te falta esto…” No das crédito, se nota que es final del día y que tantas líneas de código no te permitían ver lo más evidente. Solo te sale decir un gracias y disculpa por no haber caído en la cuenta de ese detalle. De cualquier manera, ha funcionado.
Y cuando vas a levantarte, satisfecho de haber acabado un desarrollo en el que llevabas días, te vuelve a la mente. “¿Y sí…?”
Así podría definirse el día de un programador, siempre hay variaciones, claro está.
Lo que de verdad importa
Lo único que no varía son los compañeros que siempre están. Cada uno con sus problemas y soluciones.
¿Cuántas, y cuántas veces tenemos que plantear y replantear un proceso? o incluso una vez ya escrito el código, no hacemos más que realizar pruebas y pruebas sin entender por qué con un código que debería estar funcionando, no hace lo que necesitamos.
“Susurros de modify se oyen por la lejanía traídos por el cierzo…”
Ahí es cuando aparece una mano amiga, un compañero sea cual sea, siempre incansable, el cual, tras darle una larga y extenuante explicación de la problemática, da con la clave del problema y muchas veces fácil de ver por alguien al que “el código no le deja ver el bosque” te dice: “¿Te has acordado de poner…?”
Entonces por norma general se dice “gracias” y continúas.
De ahí la propuesta, que ya se viene implantando en All Cloud desde hace años, que se debería implantar a todos los niveles organizativos y empresariales de todas las empresas:
“La gratitud líquida intercompany en el entorno laboral”
Consistente en un sistema de gratitudes líquidas, las cuales se irán incrementando cada vez que un compañero ayude a otro. Habrá determinados momentos en los que un compañero podrá liquidar las gratitudes contraídas con otro compañero.
Normalmente será recomendable liquidar las gratitudes en grupo, en un entorno relajado y agradable para que la gratitud sea mejor bienvenida. Y en cuanto al momento… cualquier día es bueno para dar las gracias.
Seguro que este sistema ayudaría al mejor rendimiento en muchas empresas.
Un día de programador no podría ser un buen día sin que des o te den las gracias y si son gracias liquidas, disfrutándolas todos juntos, mejor.
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